miércoles, 4 de enero de 2012

La Trova IV: La Bayamesa. El comienzo de todas las pasiones



Bayamo, Cuba

Bayamo es una de las ciudades más bellas y espledorosas de Cuba, cuna de trovadores y poetas y también de rebeldía, endonde cada noche, el amor convertido en figura de mujer hermosa, se asomaba a alguna ancha ventana coloníal a escuchar con infinito deleite la melodiosa voz de algún bardo enamorado.

Una calida noche de 1851, tres jóvenes bayameses se reunieron para darle una serenata a la señorita Luz Vazquez quien vivía en la calle El Salvador y por tal motivo, escribieron una hermosa canción y la titularon "La bayamesa". 

Estos tres jóvenes criollos eran Francisco (Pancho) Castillo y Moreno, enamorado de la joven, que sería su esposa años mas tarde, José Fornaris el poeta quien escribio la letra y Carlos Manuel de Céspedez, coautor de la música con "Pancho" Castillo. 

Esta fue la primera canción que lleva como título La Bayamesa, pero no es la única. Existen otras dos obras con el mismo título, como veremos a continuación.


Carlos Manuel de Cépedes
Fue precisamente, Carlos Manuel de Céspedes, rico acendado criollo, dueño del Ingenio La Demajagua quien, algunos años después, el 10 de octubre de 1868, liberó a todos sus esclavos y lanzó el primer grito de rebeldía contra el colonialismo español, conocido como "El grito de Yara". Algún tiempo después, logra tomarse la ciudad de Bayamo, entrando tirunfalmernte al trote de su caballo en la esplendorosa ciudad. Lo acompañaba, entre otros patriotas, Pedro "Perucho" Figueredo, músico también; y en medio del extasis del triunfo, Céspedes de dijo a su compañero: "Ahora te toca a tí, que eres el músico, componer nuestra Marsellesa"; y es que Bayamo viene siendo para las Revoluciones en Cuba, como Marsella, para la Revolución Francesa. Ese día, se canto por primera vez nuestro glorioso Himno Nacional, tambien conocido como La Bayamesa.







Perucho Figueredo

Con la toma de Bayamo, los españoles reaccionaron violentamente enviando sus tropas al mando del terrible Blas de Villate, Conde de Valmaseda

Hubiera sido un verdadero suicidio enfrentar a semejante poderio y una segura derrota para el naciente y mal armado ejercito libertador formado por ricos acendados criollos y también por esclavos, ahora hombres libres, por ellos decidieron abandonar la ciudad junto a toda la población; pero antes la incendiaron, casa por casa, para impedir que el Conde de Balmaseda se diera el gusto de pasearse por sus calles lidereando sus huestes.

Fue así que, cuando el genocida General Balmaseda se acercó a la imponente urbe, sintió el amargo sabor de la derrota al divisar desde lejos las furibundas e infernales llamas devorando aquellas suntuosas mansiones y palacetes de estilo colonial. Este es uno hecho más trascendentales de la Historia de Cuba.

Muchos años después, Sindo Garay uno de los más geniales trovadores de la historia, visito la legendaria ciudad y le impresionó ver unos maderos calcinados por el fuego como gloriosa huella de aquella gesta, fue entonces que el gran Sindo, inspirado en el heroismo de las mujeres de bayamo escribio "....pero si siente, de la patria el grito, todo lo deja, todo lo quema; ese es su lema, su religión..." que también tituló La Bayamesa.
 



                                 La Bayamesa - Sindo Garay

                                  (Aydee y Pablo Milanés)


Pero, volviendo Luz Vazquez, aquella hermosa joven que llenó de poesía a Bayamo. Había sido criada en el linaje de la alta sociedad criolla, y sin embargo creció odiando la esclavitud y dedicándose desde muy temprano a conspirar apoyando los preparativos de la guerra de independencia
   
La heroica ciudad de Bayamo, la primera ciudad libre de Cuba, se vio obligada a ser incendiada por sus hijos antes de ser entregada a los españoles nuevamente, y la propia mano de Luz Vázquez prendió su regia mansión, y bajo las llamas, se fue al monte junto a sus hijos, dejando atrás desolación y miseria en lo que fue una ciudad culta y hermosa, pero la libertad de la patria bien merecía ese sacrificio.
Fueron tenazmente perseguidos hasta que las tropas del Conde Valmaseda las apresaron en un miserable bohío, ni siquiera respetaron que dos de sus hijas estaban gravemente enfermas ( Lucía con Tuberculosis y Adriana con Tifus; Leonela y Atala tampoco se encontraban bien ), para trasladarlas a Bayamo, a una prisión domiciliaria, en lo que quedaba de hogar después del fuego: la cochera que estaba al fondo ( que se conserva en la actualidad ) y da para la calle que ahora se nombra Máximo Gómez.
Valmaseda envió al médico militar de la Plaza a asistirlas, más la valiente Adriana no le permitió que se le acercara gritando: "Yo soy revolucionaria... usted no puede asistirme" "Yo soy revolucionaria... usted no puede asistirme", y se tapó los ojos para no ver el uniforme enemigo de "rayadillo".  Aquella pobreza del aquel hogar en ruinas espantó al doctor, quien insistió en hacer otra visita para poder tratar a las enfermas, esta vez Adriana lo recibió milagrosamente de pie, aguantándose malamente de la cabecera de la cama y con las notas del Himno Nacional Cubano en sus labios cayó muerta, en los brazos de su madre acongojada.
Poco tiempo después, Luz Vázquez y Moreno "La Bayamesa", hermosa, conspiradora, rebelde, aguerrida, termina con su vida. Ya había perdido en combate a su hijo Francisco. 

Luz Vázqjuez (La Bayamesa)
 


Antes de incendiar su casa había enviudado y había muerto su hijo Pompeyo. Y la enfermedad de Lucila, además de la de Adriana con su recién fallecimiento, junto a la desdicha de la patria y el encierro, la acabó de consumir, como las llamas consumieron una vez la señorial casona de ventanales con rejas que una noche de amor, la madrugada del 27 de marzo de 1851, escuchara la serenata que conmovió su corazón.








                                    Canta: Silvio Rodríguez


LA BAYAMESA
(F.Castillo - J. Fornaris - C.M. de Céspedes)

¿No te acuerdas gentil bayamesa,
Que tu fuiste mi sol refulgente
Y risueño en tu lánguida frente
blando beso imprimí con ardor?

¿No te acuerdas que en un tiempo dichoso
Me extasié con tu pura belleza,
Y en tu seno doblé mi cabeza
Moribundo de dicha y amor?

Ven y asoma a tu reja sonriendo;
Ven y escucha amorosa mi canto;
Ven, no duermas acude a mi llanto;
Pon alivio a mi negro dolor.

Recordando las glorias pasadas
Disipemos, mi bien, las tristezas;
Y doblemos los dos la cabeza
moribundos de dicha y amor.




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